El Síndrome de Santo Tomás Apostol

El Evangelio de San Juan narra la incredulidad de Santo Tomás ante las palabras de los discípulos que decían: “Hemos visto al Señor”, a lo que contestó: “si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su costado, no creeré”. Es por eso que frente a la invitación del Señor de acercarse, el Santo cae postrado ante él. “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído”, dijo el Señor luego que Tomás reconoce que es Dios.

Esa misma incredulidad muchas veces los médicos la vemos reflejada en nuestros pacientes, quienes dudan del diagnóstico ofrecido, incluso ante fehacientes pruebas.

Esto puede producirse por las creencias y mitos propias de la persona, por su arquitectura psicológica, por las malas experiencias con otros galenos o incluso por el componente psicológico que acarrean, sobre todo las enfermedades crónicas.

Para vencer esa desconfianza es meritorio ejercer la medicina en su totalidad, como acto médico y humano, utilizando los dones que natura nos dió y la facultad de medicina pulió: nuestros sentidos. Una buena anamnesis, un examen clínico minucioso y la consideración de adecuados diagnósticos diferenciales son fundamentales para ofrecer al leigo, la prueba necesaria del diagnóstico certero.

El Síndrome de Santo Tomas Apostol, que propongo en este artículo, podría aplicarse a esa falta de confianza sobre el proceder médico, síndrome que es menester sobrepasar tomándonos el tiempo necesario en la consulta y consiguiendo una firme relación médico paciente.

Dr. Luis Susaníbar.