De los cientos de millones de células sexuales que inician el arduo camino hasta los oviductos, sólo unas pocas consiguen siquiera acercarse a su destino. Además de nadar en la dirección correcta y recorrer distancias que constituyen 1.000 veces su propia longitud, estas deben evitar diferentes sustancias químicas letales. Para investigar los mecanismos que subyacen a la orientación de los gametos, los investigadores construyeron un entramado de microcanales artificiales que permitían variar el flujo de fluido y analizar la respuesta de las células ante las distintas velocidades. Estos encontraron que los espermatozoides eran capaces de detectar la velocidad y nadar en función de ella, desplazándose en un movimiento espiral en lugar de en línea recta en las zonas más cercanas a las paredes y pudiendo aguantar además “río arriba” durante varios minutos. El equipo se plantea ahora coger el relevo de los últimos estudios y comprobar si, tal y como estos sugieren, las células espermáticas cooperan en vez de competir para alcanzar el óvulo.
El descubrimiento mejora nuestra comprensión de la fecundación humana y sienta las bases para el diseño de técnicas de inseminación artificial más eficientes basadas en la selección de los espermatozoides diestros en natación.

