Para evaluar el cáncer de próstata, se realizan diversos exámenes y pruebas que no deben pasarse por alto:

  1. ¡Manos a la obra! El médico realiza un examen digital rectal (EDR), introduciendo un dedo enguantado y lubricado en el recto. Esta exploración permite detectar bultos o endurecimientos sospechosos en la próstata.
  2. No se pasa por alto la sangre. Un análisis de sangre evalúa el antígeno prostático específico (PSA), una proteína generada por la próstata. Niveles elevados de PSA pueden alertar sobre un mayor riesgo de cáncer de próstata, aunque también podrían ser originados por otras afecciones no cancerosas.
  3. ¡La prueba definitiva! Mediante una biopsia de próstata, se extrae una muestra de tejido para examinarla al microscopio en busca de células cancerosas. Con una aguja guiada por imágenes de ultrasonido, se accede a la próstata, generalmente a través del recto, para obtener las muestras.
  4. Hablemos de imágenes impresionantes. La resonancia magnética prostática (RMP) ofrece imágenes detalladas de la próstata para evaluar posibles anomalías. Esta herramienta no solo detecta tumores, sino que también ayuda a determinar su alcance y extensión.

Estos son los exámenes más comunes en la evaluación inicial del cáncer de próstata. No obstante, según los resultados y la evaluación clínica, el médico especialista en urología u oncología puede solicitar pruebas adicionales, como gammagrafía ósea, tomografía computarizada (TC) o PET-TC, para evaluar la posible propagación del cáncer hacia otras áreas del cuerpo.

Recuerda que es fundamental ponerse en manos del médico experto, quien determinará qué pruebas son necesarias en cada caso, teniendo en cuenta los factores de riesgo, los síntomas y los resultados obtenidos en los exámenes previos. No se debe subestimar la importancia de una detección temprana en la lucha contra el cáncer de próstata.

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